La más visitada y fotografiada de toda Lisboa: La Torre de Belém
Pequeña y elegante, la Torre de Belem es una de las estampas más bonitas y conocidas de Lisboa, y quizás la más fotografiada por los turistas que llegan a visitarla de todas partes del mundo.
Profusamente decorada, cada una de sus fachadas está llena de detalles y elementos decorativos. Situada en el barrio de Santa María de Belém, al suroeste de Lisboa, es considerada una de las joyas de la arquitectura del reinado de D. Manuel I, el famoso estilo manuelino, con una abundante decoración y característicos elementos distintivos: cuerdas esculpidas en piedra, galerías abiertas, torres de vigilancia en estilo mozárabe y almenas en forma de escudos decoradas con esferas armilares, la cruz de la Orden de Cristo y elementos naturalistas referidos a los descubrimientos de ultramar. Junto a su vecino Monasterio de los Jerónimos, otra joya manuelina, la Torre de Belém forma parte del Patrimonio de la Humanidad desde 1985.
Fue construida entre 1514 y 1520, por órdenes del rey D. Manuel I como torre defensiva de la ciudad, sobre la desembocadura del río Tajo, en el lugar desde donde partían las naves portuguesas en sus caminos a descubrir y comerciar con los nuevos mundos en las Indias. Con el paso de los años, fue perdiendo su carácter defensivo original y fue utilizada sucesivamente como aduana, puesto telegráfico, faro y como prisión para presos políticos en el nivel inferior. Algunos historiadores sostienen que, debido a su altura y a su ubicación, la torre fue creada en realidad para funciones administrativas más que defensivas.
Henos visitado varias veces la Torre de Belem porque nos parece uno de los puntos más emblemáticos de la ciudad. La coqueta Torre está allí siempre a la espera de los turistas que no se cansan de fotografiarla. Esta vez nos tomamos el tiempo para visitarla como debe ser y conocer a fondo su historia. El precio para visitar la Torre es de 6 euros (gratuita los domingos hasta la 14:00), pero hay entradas combinadas con el Monasterio de los Jerónimos (12 euros) u otros monumentos
La torre alcanza una altura de 35 metros. Para acceder a ella recorremos el pasadizo que te lleva al puente levadizo y así poder dirigirnos al interior, ya que cuando sube la marea está totalmente rodeada de las aguas del río. Antes de ingresar, ubicándote en la terraza del baluarte, puedes admirar la llamada Fachada Sur de la Torre, que es la Fachada Principal, y que se orienta mirando hacia el río. Es la más ricamente trabajada, con un balcón o baranda con siete arcos coronados con el escudo del rey D. Manuel y decorada con numerosos elementos típicamente manuelinos. Desde ella se accede a la puerta que da acceso al interior de la Torre.
La Torre tiene cinco pisos. Las plantas son, de abajo hacia arriba: Sala del Gobernador, Sala de los Reyes, Sala de Audiencias, Capilla y Terraza. Nada más entrar, encontramos una sala con 16 ventanas y sus respectivos cañones defensivos, pudiéndose visitar los fosos y los huecos por donde se tiraban los prisioneros al mar. Para acceder a los pisos superiores existe una pequeña escalera de caracol donde, en los días con muchas visitas, se deben hacer turnos para subir y bajar.
La Gárgola del Rinoceronte y su historia
No olvides fijarte en la fachada oeste de la Torre, de hecho, ve directamente a ubicarla. Uno de los adornos más importantes de la Torre de Belém es un rinoceronte de piedra que generó un gran revuelo en la época de su inauguración y hoy ha quedado como una de las leyendas urbanas sobre la construcción de la torre. Lo puedes observar desde el exterior pero, en el interior, desde una de sus ventanas, se puede observar mucho mejor este detalle de la decoración: la famosa Gárgola del Rinoceronte.
La piedra en forma de rinoceronte es una representación del primer rinoceronte que llegó vivo a Europa desde el siglo III antes de Cristo.
En 1514, un zar de la India le regaló a Alfonso de Alburquerque, gobernador de la India portuguesa, un elefante y un rinoceronte. El gobernador decidió enviarlos al rey D. Manuel I para que pudiera deleitarse con su belleza. Los dos animales llegaron a Portugal el 20 de mayo de 1515. El elefante ya no era una novedad, pero el rinoceronte dejó a todo el mundo asombrado, que nunca había visto un animal con semejante tamaño y características, y al cual llamaron Ganda. Era la primera vez que se veía ese animal y empezaron a celebrarse fiestas en su honor.
Dada su fama, el Papa León X quiso conocerlo y Manuel I preparó una comitiva para llevar el rinoceronte al Vaticano. Lamentablemente el barco donde viajaba el animal naufragó. Cuando se encontraron los restos del animal este ya estaba muerto. Para recordar su fama, el rey decidió inmortalizarlo en las piedras de la Torre de Belém.
Y así concluyo nuestra visita, no sin antes asegurarnos de traer muchos recuerdos de esta bella Torre, inmortalizándola con nuestras fotografías de cada uno de sus detalles y sus distintos ángulos. La tarde fue cayendo, y las luces del atardecer la hicieron aún mucho más bonita. Y seguimos con las fotos. Seguramente volveremos a visitarla….