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Finisterra: acercándonos al fin del mundo conocido... de la antigüedad.


El viaje a Fisterra, el fin de la tierra para los romanos, es un paseo casi obligatorio para todos los que visitan Galicia (España). Tierra de leyendas ancestrales y de naufragios, al llegar te encuentras con un maravilloso paisaje que merece la pena conocer y que encierra una magia especial, sobre todo si estás al tanto de su maravillosa historia.


Cheguei a Fisterra, alí onde o sol esmaiado e silandeiro morre no mar como umha bágoa... Cheguei até Fisterra, fim do mundo: aquí o tempo imobiliza-se e a vida começa a sua inexorável conta cara atrás.

Poema “Fisterra” de Manuel María


Aprovechando nuestra estancia en Santiago de Compostela, decidimos dedicar un día para acercarnos a Finisterre, en la llamada Costa da Morte, a una distancia de 90 km. En la antigüedad Finisterre era el lugar hacia donde se dirigían las peregrinaciones paganas -anteriores al cristianismo- porque estaba considerado el lugar donde se acababa el mundo, donde el océano se abría ante una enorme inmensidad inexplorada: Finis terrae (el fin de la Tierra). En realidad, geográficamente, el punto del continente europeo situado más al oeste es el portugués Cabo da Roca, pero esa ya es otra historia.


Durante sus invasiones, los romanos llegaron a este Cabo, en donde presenciaban el espectáculo de la puesta del sol sobre el Océano Atlántico en el horizonte. Más allá de ese lejano horizonte no existía nada conocido por lo que pensaban que la tierra se acababa en este punto. Según cuenta la tradición, en este lugar los romanos encontraron un altar al sol (la mítica Ara Solis) construido ahí por los pueblos que habitaron estas tierras antes de la romanización.


Pero en Finisterre no solo acaba el mundo (conocido) también acaba el Camino de Santiago. Aquí llegan los peregrinos, una vez visitado el Santo en la Catedral de Compostela, prolongando su viaje al lugar donde se pone el sol, simbolizando el renacer a una nueva vida una vez cumplido el recorrido del Camino.


Allí también se cumplen los últimos ritos de la peregrinación xacobea, quemar la ropa y las botas que se usaron en el camino, para luego iniciar el regreso a casa (actualmente está prohibido hacer fuego, pero vimos bastantes restos de hogueras, ropa quemada y botas abandonadas).


En este lugar el paisaje es sin duda el verdadero protagonista: la línea de costa con sus acantilados, las playas agrestes y el propio océano hacia dónde la vista puede alcanzar en el horizonte. Allí nos encontramos también con un lugar privilegiado: El Faro, que entró en funcionamiento en 1853, y está situado a 138 metros sobre el nivel del mar. Es el segundo monumento más visitado de Galicia después de la Catedral de Santiago, en su interior hay un centro de información turístico cultural y de promoción de recursos de la Costa da Morte. Muy poca gente lo sabe pero el Faro fue convertido en 1999 en el hotel O Semáforo, con sólo 5 habitaciones y un pequeño restaurante, y donde puedes alojarte si quieres extender la magia de este lugar durante la noche (debe ser genial ver el amanecer).


Que lonxe fica o mundo desde o faro de Fisterra para nós que aprendemos de terras coñecidas, non pode ser estraño que onde o mar ceifa vidas no preludio dos tempos fora alma e fin da terra…. (Miro Villar )



Tras contemplar las espectaculares vistas, comenzamos nuestro descenso hacia el pueblo de Finisterre, situado a unos tres kilómetros y disfrutando de las impresionantes vistas. Hicimos una parada en la Iglesia de Santa María das Areas (S. XII), situada en la falda del Monte San Guillermo. La iglesia tiene elementos del románico, gótico y barroco. Con unas fantásticas piezas de imaginería, destaca un Cristo gótico del siglo XIV, el Santo Cristo de Finisterre. En su exterior destaca un crucero gótico del siglo XV. A continuación, dimos una vuelta por el pueblo, donde llama la atención un moderno edificio que alberga la Lonja, y donde todavía se puede ver la subasta tradicional, es decir, a viva voz, una de las costumbres más ancestrales de la gente del mar (La subasta se puede ver de lunes a viernes a las 16.30 horas y la entrada al recinto cuenta 1€)


Antes de regresar a Santiago, después de almorzar, decidimos aprovechar para acercarnos hasta A Coruña A Coruña es una ciudad rodeada de mar, importante centro comercial en la época de los romanos que se mantiene hoy día, como vemos en los importantes puertos -comercial, pesquero, y deportivo- que la rodean y hablan de su vocación marinera.


Nos dedicamos a recorrer su estupendo paseo marítimo, que separa la ciudad de la Playa do Riazor. Por este paseo se recorre toda la península y se llega al Faro de Hércules, que data del s. I y es el faro romano más antiguo del mundo que aún funciona. Es el símbolo de A Coruña. Recomendamos subir los 57 metros que tiene de altura hasta la parte alta y divisar gran parte de la ciudad y el mar. Sus 234 escalones no agotan demasiado y desde la parte de arriba las vistas son geniales. Finalmente, y como acostumbra mi familia, grandes forofos del futbol, visitamos el estadio de la ciudad: Estadio de Riazor, sede del Real Club Deportivo de La Coruña (y foto para la colección).


Hay mucho que ver en esta ciudad, pero a nosotros nos faltó el tiempo. Pero igual les paso mis apuntes: la Plaza de María Pita y la Ciudad Vieja, destacándose las galerías acristaladas de la Marina; Museo Arqueológico, situado en el castillo de San Antón, al fabuloso Acuarium, y la Domus, la Casa del Hombre que, junto con la Casa de las Ciencias, en el parque de Santa Margarita, y el Museo de Bellas Artes, son los principales equipamientos culturales y didácticos de una ciudad que presume de una red museística que cuenta también con pequeñas joyas, como el Museo de Arte Sacro, el Museo de los Relojes y la Casa Museo de Emilia Pardo Bazán.


Nosotros viajamos de Finisterre a La Coruña por la ruta de la autopista interior, moderna y rápida (105 Km), dejando para otra oportunidad recorrer las carreteras de la ruta por la llamada Costa da Morte. Es una costa de playas, ensenadas, acantilados y pequeños pueblos marineros, rodeados por un mar bravío y de aguas agitadas. Existen numerosos faros y pequeños cementerios que, en lo alto y frente al mar, parecen un maravilloso lugar para descansar eternamente. La costa es abrupta y sobre todo en invierno se producen fuertes tormentas y temporales, de ahí que se le conozca como Costa da Morte por ser escenario de numerosos naufragios a lo largo de los años. Frente al mar es posible ver cruces que recuerdan a sus víctimas. Algún día nos dedicaremos con calma a recorrer esta zona.


Para almorzar:


Nosotros almorzamos en el Paseo Ribeira de Finisterre. Hay numerosos restaurantes donde probar la amplísima gastronomía gallega, sobre todo su excepcional marisco. Nosotros nos decidimos por el Restaurante El Puerto, justo frente a la Lonja. No era nada del otro mundo en lo que a encanto se refiere o platos muy elaborados, pero pudimos sentarnos y degustar un delicioso marisco de la zona acompañado de un vino de Ribeiro, una de las cinco denominaciones de origen de Galicia. Estaba tan bueno que se nos olvidó la foto. Hay que volver!!

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