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De Medellín a México: el pueblo natal de Hernán Cortés


Durante nuestro camino por la Ruta de los Conquistadores en Extremadura hemos llegado a Medellín, donde nació el conquistador del Imperio Azteca, Hernán Cortés en 1484 o en 1485. Aunque en esta ciudad nacieron muchos otros personajes de la conquista, que al igual que los de todos los demás pueblos, llevaron sus pueblos extremeños en el recuerdo al Nuevo Mundo: en Colombia, Argentina, México y Filipinas otros Medellín son la prueba de eso.


La entrada al pueblo es muy bonita. La carretera cruza el río Guadiana sobre un puente de veinte arcos con casi 400 metros de largo, construido en 1630 bajo el reinado de Felipe IV en el mismo lugar donde se levantara el antiguo puente romano, con 8 arcos menos, destruido por una riada en 1525. Fueron los Reyes de la Casa de los Austria los que lo restauraron dejándolo como podemos disfrutarlo hoy, plasmando en su centro un arco del triunfo con el escudo de su familia. Paramos, para imaginarnos a los romanos y al mismo Cortés corriendo por esas piedras, éste hasta los 14 años que es cuando se fue a estudiar a Salamanca.


Llegamos al centro del pueblo, en busca de la oficina de información, y contratar alguna excursión. En la Plaza Mayor nos encontramos a su hijo más ilustre, la estatua de Hernán Cortés, ubicada en el centro de la plaza a pocos metros del lugar donde se ubicaba su casa natal, que fue derribada para construir la plaza y de la que sólo se conserva unos pocos cimientos, cubiertos por un cristal junto a una lápida de piedra que reza: “Aquí estuvo la habitación donde nació Hernán Cortés en 1485″.


Fue inaugurada el 2 de Diciembre de 1890, aniversario de la muerte de Cortés, es de bronce y pesa 5 toneladas en su conjunto. Cortés se nos representa en traje militar, sosteniendo el estandarte de Castilla y el cetro de mando, y teniendo bajo sus pies trozos de altares e ídolos aztecas. El pedestal de piedra tiene cuatro placas de bronce, con los nombres de las cuatro batallas más importantes de la conquista de México: Otumba, Tlascala, Tabasco y México.

Siguiendo los pasos del Conquistador nos acercamos a la Iglesia de San Martín, que no está abierta al público, y es donde fue bautizado, probablemente en 1485. Se conserva la pila bautismal que tampoco está expuesta.


La iglesia, construida en el siglo XIII al parecer sobre un antiguo templo romano, fue uno de los primeros edificios cristianos construidos en esta región tras la Reconquista, y fue remodelada cuatro siglos después.


De la misma época aproximadamente es la Iglesia de Santiago, de origen románico, aunque posteriormente sufrió numerosas reformas y resultó casi destruida durante la Guerra de la Independencia. Hoy alberga el Centro de Interpretación de Conjunto Arqueológico de Medellín.


Y llegamos a otro protagonista para los turistas que visitan Medellín: el Teatro Romano de la antigua Metellinum, su nombre romano, que permite hacerse una idea de la importancia de este enclave en época romana, en plena ruta de las calzadas que unían Mérida con Zaragoza y Córdoba, principales ciudades de Hispania bajo el dominio del impero romano.


Foto tomada de la página de Turismo de Extremadura



Este teatro es de aproximadamente el siglo I a .C. y tenía capacidad para 3200 espectadores. Actualmente se pueden ver en muy buen estado de conservación el graderío con 800 sillares originales, restos de la calzada empedrada, una tienda con un horno con restos marmóreos. Nosotros no tuvimos tiempo de visitarlo.


Dejamos para el final de nuestra visita la subida al magnífico Castillo de Medellín (más castillos para el deleite de quien esto escribe). De origen musulmán, construido en el siglo XII sobre un asentamiento romano del 74 a.C., pasó a manos cristianas tras la reconquista de la villa por Fernando III (El Santo) en 1234.


El castillo fue destruido en 1354 por Pedro I de Castilla, por desavenencias con el alcalde de la fortaleza. Y fue reconstruido por Sancho de Castilla años más tarde, en 1373, con la estructura actual, aunque a lo largo del siglo XV se llevaron a cabo numerosas reformas. Con su muralla casi intacta, tenía cuatro puertas, de las que se conservan dos, y dos torres comunicadas con el interior. De la época musulmana apenas se conservan trozos de la muralla, un aljibe en una de las torres y una alberca que se conoce como “Baño del Moro”.


Y nos vamos, con más conocimientos de la conquista de nuestra América y con la satisfacción de haber descubierto gentes maravillosas, amables y sencillas, una gastronomía deliciosa y unos vinos riquísimos que disfrutamos con la mirada puesta en el Castillo que nos observa desde las alturas.

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