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Alcobaça: donde D. Pedro y Dña. Inés descansan esperando volver a encontrarse algún día


Como vimos en nuestra entrada anterior, los amores de D. Pedro y Dña. Inés de Castro constituyen uno de los pasajes más romántico y trágico a la vez de la historia de Portugal. Ya recorrimos Coímbra, escenario donde vivieron sus años más felices y donde tuvo lugar la tragedia que los separo. Nos toca ahora visitar, muy cerca de allí, la ciudad de Alcovaça, donde descansan para siempre uno frente al otro. Pero ampliemos esta parte de la historia y recordemos cómo llegaron hasta allí.


Dña. Inés fue asesinada por el padre de D. Pedro, el rey Afonso IV, lo que generó grandes rivalidades entre ellos por el deseo de venganza de aquel. Pero fue a la muerte de su padre, ya como rey D. Pedro I que se dedicó a reivindicar la memoria de su amada y la legitimidad de los hijos que tuvo con ella.


Cuentan que el Rey, en 1361, ordeno unos funerales suntuosos para su amada reina que estaba enterrada en el Monasterio de Santa Clara en Coímbra. La leyenda dice que mandó a exhumar el cadáver de Inés, la sentó en el trono, la hizo coronar y obligó a los grandes señores de Portugal a que le prestaran los honores debidos a una reina (se dice incluso que los obligó a besar la mano del cadáver). A continuación, traslado su cuerpo al Monasterio de Alcobaça. Dicen los cronistas, que, durante el traslado de sus restos, miles de caballeros y nobles alumbraron con antorchas su viaje final. Allí la esperaba una hermosa escultura yacente de mármol blanco con una corona sobre su frente, quizás la obra de arte más exquisita que había conocido Portugal hasta entonces. Desde entonces, ahí descansa para siempre.


En frente de la tumba de Doña Inés, D. Pedro construyó otro hermoso sarcófago que pasó a habitar cuando llegó su tiempo, en 1367. Dispuso además que su tumba y la de su amada estuvieran siempre una frente a otra para, de esta forma, el día de la Resurrección de los cuerpos que promete Jesucristo, cuando D. Pedro se incorpore lo primero que verá al abrir sus ojos será el hermoso rostro de su amada Inés. Y de esta manera, entre hechos históricos y leyenda, convirtió a su amada en la reina más famosa y recordada de Portugal.


Vamos hasta Alcobaça para conocer su maravilloso Monasterio y rendirle homenaje a los protagonistas de nuestra historia.


El Monasterio de Alcobaça


Poco más hay en el pequeño pueblo portugués de Alcobaça que su enorme Abadía de Santa María de Alcobaça. Se ubica en una enorme plaza, completamente abierta, que permite la contemplación de esta gran construcción. Es la primera obra gótica erigida en suelo portugués. Su construcción comenzó en 1178 por los monjes de la Orden del Císter. Es considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco desde 1989,1​ y el 7 de julio del julio de 2007 fue elegido como una de las Siete Maravillas de Portugal.


En el centro de este enorme monasterio, que destaca por su simplicidad arquitectónica, se encuentra la Iglesia de Alcobaça, construida en forma de cruz latina. En ella, además de D. Pedro y Dña Inés, se encuentran enterrados otros personajes reales como los reyes Alfonso II (que murió en 1223) y su esposa Urraca de Castilla, y Alfonso III (muerto en 1279) y su mujer Beatriz de Castilla, así como algunos de sus hijos.


Después de maravillarnos con su fachada, entramos y recorrimos el pasillo central para encontrarnos en el centro de cada brazo del transepto las dos obras primas de la escultura medieval portuguesa que son los sepulcros de D. Pedro I y de D. Inés, situados como ordenó el rey uno frente al otro esperando el día de la Resurrección. A nuestra derecha queda D. Pedro I, rey de Portugal, y a nuestra izquierda, su querida Dña. Inés de Castro.


Imagen tomada de internet: Zecarioca Fotolog




Son consideradas las más bellas tumbas de Portugal, de estilo gótico. Con una decoración intrincada y llena de detalles, que muestran representaciones de los amantes.


La figura yacente de D. Pedro I, sobre el sarcófago, está coronada, sujetando la espada con la mano izquierda y protegido por seis ángeles, teniendo a sus pies un perro. El sarcófago está apoyado sobre seis leones, y contiene entre otras escenas, una representación de su historia de amor en uno de los frentes, donde puede leerse la inscripción “hasta el fin del mundo”. En el friso superior de remate aparecen los escudos de Portugal. Una parte se encuentra dañada debido a las guerras napoleónicas.


En cuanto a la tumba de Dña. Inés, el sarcófago se apoya en seis figuras antropomorfas y, según la leyenda, tres de ellas muestran los rostros de sus asesinos. En los laterales se desarrollan escenas de la Vida de Cristo y un Juicio Final en uno de los frentes. En el friso superior de remate aparecen los emblemas de Portugal y de los Castro. La figura yacente también está coronada y protegida por los mismos seis ángeles.


Una vez admiradas las tumbas, podemos completar nuestra visita por la Iglesia y el Monasterio como por ejemplo el Refectorio, el Dormitorio y la Sala Capitular, así como el llamado Claustro de D. Dinis, la sorprendente y antigua cocina y la Sacristía con una bella puerta de estilo manuelino.


Pero definitivamente, el centro de todo este recorrido es visitar a esta famosa y triste pareja. Merece la pena, ¿no les parece?


Ellos descansan aquí para siempre, esperando la resurrección de los católicos, pero su historia revive con cada nueva persona que pasa por allí, se detiene, los recuerda porque no hay muchas historias de amor como esta donde, siete siglos después, D. Pedro sigue esperando para volver a ver a su querida Inés.


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