"La Colina Sagrada de Portugal". Seguimos nuestra ruta por el Norte (Parte II)
Es que hay tanto que ver que no se puede contar en una sola entrada. Esta es la segunda parte de nuestro viaje por el norte de Portugal, donde iremos a conocer la llamada "Colina Sagrada de Portugal" de la mano de su primer rey D. Afonso Henriques. Y muchas cosas más, por supuesto.
Guimarães
Es una de las ciudades medievales mejor conservadas de Portugal y está declarada Patrimonio de la Humanidad. Guimarães se dice, donde nació Portugal. Te lo explico. Aquí nació D. Afonso Henriques. Heredero del condado portucalense, decidió autoproclamarse Rey de Portugal, independiente del Reino de León. Por supuesto, el rey castellano que era su primo no se quedó tranquilo y hubo las respectivas batallas, que ya pueden suponer quien perdió y desde 1143 un nuevo reino nació. Es por esto por lo que los ciudadanos de Guimarães dicen con orgullo que “Aquí nasceu Portugal”, lema que adorna las antiguas murallas en el Jardín de La Alameda.
En lo más alto de la ciudad la conocida en todo el país como “Colina Sagrada”, presidida por el Castillo de Guimarães, magnífico, construido en el s. X como defensa de los ataques musulmanes y normandos, y que luego crecería en importancia por ser donde nació y vivió D. Afonso. Este Castillo es el que aparece en el escudo de armás portugués. Muy cerca, la Ermita de San Miguel do Castelo, que la tradición señala es el lugar donde se bautizó D. Afonso y donde se conserva, como un tesoro, la pila bautismal de este primer rey. Y dando un paseo por los jardines, el Palacio de los Duques de Bragança del siglo XV que sustituyó al Castillo como residencia de reyes en tiempos de la poderosa Casa de Bragança, que reinó en Portugal entre 1640 y 1853. Una visita imprescindible por los maravillosos salones y obras de arte que guarda. Los techos son de artesonado de madera, destacando el de la Sala de Banquetes que representa el casco invertido de una carabela.
Después de visitar esta cuna de la nacionalidad portuguesa, nos vamos a pasear por el centro histórico de la ciudad, recorriendo sus calles de piedra, y sus casas con ventanas y balcones adornados con flores. Hay mucho que ver. Los Jardines do Carmo, donde se encuentra el Convento dos Capuchos (capuchinos), cuya primera piedra se colocó en 1664, y la iglesia y convento de Nossa Senhora do Carmo, de 1685 y de estilo barroco. Por detrás del monasterio hay una gran plaza con la estatua de la Condessa Mumadona, fundadora de la ciudad, y el edificio del Palacio de Justicia. También podemos ver un tramo de la muralla defensiva de la ciudad, construida entre los siglos XIV y XV. Un poco más adelante, el Convento de Santa Clara, del s. XV y que fuera uno de los más ricos y que hoy sirve de sede de la Cámara Municipal, con una bella fachada barroca con la escultura de Santa Clara en el centro.
La coqueta calle de Santa María (entra a probar dulces típicos en Divina Gula) y el Largo da Oliveira, que nos llevan hasta la Praça de Sao Tiago, que conserva el trazado medieval original. Esta plaza lleva el nombre del apóstol Santiago ya que la tradición señala que pasó por aquí predicando, dejando una figura de la Virgen María. A ella se le construyó una capilla en s. XVII, pero fue demolida en el XIX. Está presidida la plaza por la Iglesia de Nuestra Señora de la Oliveira, en el lugar donde existía un monasterio fundado por D. Afonso, y que tiene la torre de estilo manuelino típico del Portugal del siglo XV. Fue mandada a edificar por el rey D. João I, por la promesa hecha a la Virgen de la Oliveira por su victoria en la Batalla de Aljubarrota. Desde el claustro, se accede al Museo de Alberto Sampaio, donde se expone arte sacro de las iglesias locales. Frente a la iglesia, el Padrao do Salado, precioso crucero manuelino cubierto por un templete gótico construido en 1340 que conmemora el triunfo portugués sobre los musulmanes en la Batalla del Salado. Esta Plaza está llena de bares y restaurantes y tiene mucho ambiente, en especial al caer la tarde.
Si vas por la calle de la Rainha D. María hasta llegar al Largo do Toural, te vas a encontrar varias antiguas iglesias y el trozo de la muralla donde se puede ver el famoso letrero "Aquí nasceu Portugal", la frase más repetida en la ciudad de Guimarães. Los Jardines de la Alameda y el Largo da Republica do Brasil, preciosa alameda al final de la cual está la majestuosa Iglesia de la Consolación, conocida por los locales como Iglesia de Sao Gualter.
Una tarde en Porto
Como teníamos tiempo, y a pesar de que no estaba planificado, decidimos ir a cenar a la ciudad de Porto, en la que ya hemos estado varias veces, pero que está muy cerca de Guimarães. Primero fuimos a la Plaza de la Catedral, en lo alto de la ciudad, con unas bellas vistas panorámicas donde destaca la famosa Torre de los Clérigos y donde empezaba a caer la tarde lo que hacía las vistas más bellas.
Luego, cuando llegamos a la orilla del río Douro (Duero en español), el momento fue perfecto porque era justo la hora del atardecer que todos nos detenemos a rendir honores al sol, así que disfrutamos mucho del ambiente que había. Nosotros fuimos a cenar en la orilla del río donde está Vila Nova de Gaia, la de las bodegas del vino, con una bonita vista de la ciudad y del puente D. Luis I, diseñado por Gustav Eiffel (el mismo de la Torre de París). La guía de Porto se las debo.
Amarante
Amarante es un bello pueblo que conserva su estampa medieval, pero que lleva las de perder en lo que a fama se refiere respecto a sus vecinos del norte de Portugal. Y es totalmente injusto, ya que es imprescindible visitarla si andamos por estas latitudes. Con su bella imagen del puente medieval sobre el río Támega, sus iglesias con gran valor artístico, un Santo con gran devoción popular al que le han dedicado hasta un famoso dulce (y original), un bello museo y hasta un parque acuático, no podíamos dejar de conocerla.
Así, llegamos al centro histórico de la ciudad cruzando el Puente de São Gonçalo, escenario de un feroz enfrentamiento de los pobladores contra los franceses en 1808 que terminó con la ciudad arrasada, pero el puente resistió. La “foto” del Puente se completa con la Iglesia y Monasterio del mismo nombre. Su construcción mezcla los estilos renacentista, barroco, manierista y ochocentista. La fachada tiene estatuas de santos y una galería con los reyes que reinaron en Portugal durante la construcción del monasterio. Joao III y su mujer Catalina de Austria, que fueron los que lo iniciaron, pero también Sebastião y Felipe I. En su interior, un bello altar barroco y la tumba de São Gonçalo, presidida por la estatua del santo (que nació aquí), gastada por las caricias de los portugueses ya que la tradición nos dice que para encontrar el amor hay que acariciar a este santo.
Nos perdimos después por las calles de Amarante, y nos encontramos con la Iglesia de São Domingos y su cristo de papel maché del s. XVII, la Iglesia de São Pedro (barroca y con una imponente torre) y el Solar dos Magalhães, unas ruinas que nos permiten imaginar el poderío de esta familia y la majestuosidad de su casa que fuera destruida por las tropas de Napoleón, calcinada después de que los amarantinos se refugiaran en ella. Para los amantes del arte, el Museo Amadeo de Souza-Cardoso, artista portugués del pasado siglo que nació en esta ciudad, y uno de los museos modernistas más importantes del país. Y si tienes niños y tiempo, sería perfecto pasar un día en el Parque Acuático de Amarante. Nosotros no lo visitamos. Terminamos nuestra visita en la famosa confitería Da Ponte junto al puente probando los famosos Bolos do Santo o Quinhanzinhos de São Gonçalo, unos grandes dulces con forma fálica que ponen el toque erótico a la tradición del San Valentín portugués.
Braganza
La ciudad de Braganza, como casi todas las ciudades del norte de Portugal, está en lo alto de una montaña, presidida por su Castillo y su muralla defensiva. Esta ciudad fue primero fundada por los romanos con el nombre de Juliobriga, nombrada así por Augusto en recuerdo a su tío Julio César. Fue arrasada por la conquista musulmana y refundada en 1130 por mandato del rey D. Afonso Henriques a su cuñado Fernão Mendes, cuando la frontera entre los reinos cristianos y musulmanes aún estaba en la zona del Duero.
Nos dirigimos directamente a la ciudad vieja amurallada, y entramos por la antigua Puerta de Dom Fernão, a una plaza donde hay un pequeño estacionamiento y varios locales de restauración. Comimos muy bien en “Tasca do Zé Tuga” y aunque no suelo dar nombres de restaurantes este se ganó la mención porque, además de una comida deliciosa y un trato super amable (que es normal en casi todo Portugal), el postre fue excelente: “Chocolate do Chef”, un Mousse de Chocolate con granos de sal gorda y pimienta rosa, que nos hizo una explosión de sabores en la boca. Imposible de olvidar.
Ya comidos, empezamos la visita por el Castillo de Braganza que es maravilloso con su elegante Torre del homenaje que alberga el Museu Militar de Bragança. Justo al lado, la Torre de la Princesa que ha sido escenario de leyendas protagonizadas por damas muy desafortunadas en el amor: Doña Sancha, hermana del primer rey de Portugal, que sufrió en el castillo el rechazo de su esposo; una princesa mora que fue hecha prisionera aquí por estar enamorada de un joven caballero cristiano; la española Doña Leonor, hija del tercer duque de Medina Sidonia y casada con Jaime, cuarto duque de Bragança, que también estuvo presa en esta misma torre por capricho de su esposo. Conociendo estas historias, ya vemos la Torre con otros ojos.
Seguimos hacia la Iglesia de Santa María de Braganza, con unas antiguas columnas mudéjares en su interior, y al lado el Domus Municipalis, construcción civil del s. XII de estilo románico, que servía de sede del ayuntamiento de la localidad. Se considera el ayuntamiento más antiguo de Portugal, y uno de los pocos ejemplos de arquitectura civil románica de toda la península Ibérica.
Siguiendo la ruta hacia abajo, cruzamos otra puerta de la muralla para encontrar los jardines del Castillo y en el centro el famoso Pelourinho de Braganza, construcción que marcaba la concesión de villa por parte del rey y que reposa sobre un berrueco, escultura en piedra de épocas prehistóricas que se han encontrado en muchos sitios de la península.
Ahora llegamos a la Plaza e Iglesia de San Vicente, muy pequeña y presidida por un monumento a los caídos portugueses en los campos de Francia durante la primera Guerra Mundial. Siguiendo la avenida, llegamos a la Catedral Vieja, del siglo XVI y parte de un convento jesuita, pero que paso a ser una iglesia parroquial con la inauguración en 2001 de la nueva Catedral que está más al centro de la ciudad moderna. Hay un Crucero de 1869 presidiendo la plaza de la Catedral. Puedes volver por la calle de São Francisco, donde se encuentran las Iglesias y Monasterio de São Bento y los de San Francisco, así como la Iglesia de Nuestra Senhora da Saude, para legar de nuevo a la zona del Castillo y terminar la visita a esta antigua ciudad.
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