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Un paseo por la historia del arte: la Mezquita-Catedral de Córdoba


Desde las orillas del río Guadalquivir a su paso por Córdoba, sobre su Puente Romano, se contempla la imponente silueta de la Mezquita-Catedral, Patrimonio de la Humanidad desde 1984.

Fue, desde el inicio de su construcción en el año 785, uno de los edificios más relevantes del arte omeya hispanomusulmán, testigo del esplendor de la ciudad durante los años de la ocupación musulmana de la Península Ibérica, primero como reino de emires (756-929) y luego como capital del Califato cordobés (929-1031). Era la Mezquita era la más grande del mundo, solo superada por la de La Meca. En esa época, la ciudad contaba con medio millón de habitantes y el aforo de la mezquita era de 20.000. El declive del califato desde el año 1031, y el final de los reinos taifas, propiciaron que en 1236 el rey Fernando III conquistara finalmente la ciudad para la cristiandad. Maravillado por la belleza de la Mezquita, no permitió que se destruyera e impulsó su transformación en Catedral. Con los años, se le añadirían los estilos gótico, renacentista y barroco de una catedral cristiana.


Vamos a conocerla, siguiendo cada una de las etapas históricas de su construcción y sus diferentes estilos, un paseo por la historia del arte que en pocos sitios puedes tener en un solo edificio.

La primera zona de la Mezquita-Catedral a la entras es el patio o sahn porticado, donde se levanta el alminar levantado por Abderraman III en el s. X, que se conserva dentro de la torre renacentista de la Catedral. Es el llamado Patio de Naranjos, construido por Abderramán I que entonces estaba cubierto de olivos, laureles y cipreses, lugar de las abluciones de los creyentes musulmanes (obligatorias antes de rezar) y un pórtico al aire libre donde los fieles oraban, pero también se impartían clases e incluso se realizaban juicios.


Se accede al patio a través de puertas. La Puerta del Perdón (siglo XIV) es la más monumental y recibió este nombre en época cristiana porque, al parecer, desde ella el obispo dispensaba el perdón a los penitentes y a aquellos fieles que no habían podido pagar el diezmo. Si se rodea el recinto por el exterior se pueden ver una veintena de accesos más, como la Puerta de Jerusalén o la hermosa de Alhakén II, esta con tres portaladas en arco, cuyos dinteles están profusamente decorados.


Y entramos ahora al edificio. El lugar que hoy ocupa la Mezquita-Catedral parece haber estado, desde antiguo, dedicado al culto de diferentes divinidades. Bajo dominación visigoda se construyó en este mismo solar la basílica de San Vicente, sobre la que se edificó la primitiva mezquita. Esta basílica, de planta rectangular fue compartida por los cristianos y musulmanes durante un tiempo. Cuando la población musulmana fue creciendo, la basílica fue adquirida totalmente por Abderraman I y destruida para la definitiva construcción de la primera Mezquita Alhama o principal de la ciudad.

La Mezquita


La primera mezquita se empezó a erigirse el año 785. Estaba formado por once naves longitudinales en dirección norte-sur. En esta parte llama la atención la reutilización de fustes y capiteles de origen romano o visigodo situados a distintas alturas debido a la fijación de la línea constructiva sobre el techado en vez de sobre el terreno. Era un hito arquitectónico cuando se realizó en el siglo X y hoy es la imagen más famosa del monumento. Se compone de 11 naves longitudinales y 12 transversales formadas por un bosque de 856 columnas (llegó a tener 1003) de mármol, jaspe y granito, unidas por 365 arcos dobles de herradura, inspirados en los acueductos romanos. Las columnas y arcadas, que parecen no sostener nada más que el aire, señalan al infinito en el que mora Dios según los creyentes. Alternando la piedra y el ladrillo, se obtuvo ese bicolor de los arcos que la caracterizan.

Paseando entre los arcos llegamos al rincón más sagrado de la mezquita, aquel consagrado a los rezos, y a la vez la zona más lujosa de la Mezquita: el Mihrab, hacia donde deben dirigirse las oraciones de los creyentes, inspirado en el de la Gran Mezquita de Damasco, y adosado al muro sur y no a La Meca, como suele ser habitual, parece ser por los terrenos arenosos del Guadalquivir que imposibilitaban la orientación ortodoxa hacia la Meca; y, la Maqsura, antesala al Mihrab, decorada con zócalos labrados en mármol ornamentados con motivos de origen sirio y con mosaicos en oro, plata y bronce, dotando a este espacio de un especial colorido similar a las construcciones bizantinas. En este rincón se guardaba un ejemplar del Corán y desde él el imán dirigía sus plegarias. El acceso desde la Maqsura se realiza pasando bajo un arco, cuya decoración simboliza los rayos solares como cualidad divina. Incluye un texto en árabe dorado sobre fondo azul, donde se alaba a Dios, las obras del templo y a los califas.


La Catedral


Caminando un par de minutos desde la Sala de la Oración, la mezquita se transforma en catedral.

Al conquistar la ciudad, los reyes cristianos decidieron conservar las bellezas arquitectónicas del recinto usándolo como lugar de culto hasta el s. XVI cuando Carlos V mandó a construir una catedral en el interior de la mezquita consagrada a la Asunción de Nuestra Señora. En 1523 se iniciaron los trabajos, en el lugar de las intervenciones de Abderraman I y Almanzor, y se tardó dos siglos en concluirla, lo que explica la profusión de estilos artísticos: tiene planta de cruz latina, bóvedas góticas, una cúpula renacentista y capillas y elementos decorativos desde el barroco al plateresco. El retablo mayor realizado en mármol se concluye en el XVII y el Coro fue añadido en el siglo XVIII.


Unas 40 capillas se reparten por todo el recinto de la Catedral, destacando la Capilla Real, abierta por el rey Enrique II en la primera mitad del siglo XIV, la de San Bartolomé, donde se guarda la tumba del poeta Luis de Góngora, y las muy bonitas del Sagrario y de Villaviciosa. La de La Epifanía tiene su leyenda según la cual un cautivo cristiano en ese lugar pudo arañar el duro mármol de la columna que se ablandó gracias a la fuerza de su fe formando una cruz. Por último, la extraordinaria Capilla de Santa Teresa, creada en 1697 que guarda el Tesoro Catedralicio, uno de los tres museos que tiene el monumento junto al de San Vicente, con vestigios de una basílica del siglo VI, y el de San Clemente, con restos de la mezquita original.


Al final, nos quedamos admirados como Carlos V


Cuando los reyes cristianos se instalaron en Córdoba quedaron admirados por la Mezquita Mayor. En contra de la opinión de obispos y sacertotes, fueron ellos los que insistieron en conservar las bellezas arquitectónicas del recinto. Pero aquel deseo no siempre se respetó. Famosa es la frase que exclamó Carlos V cuando en el siglo XVI vio la transformación de algunas zonas: «habéis destruido lo que era único en el mundo, y habéis puesto en su lugar lo que se puede ver en todas partes». A pesar de aquel disgusto inicial, la Mezquita-Catedral de Córdoba es hoy una de las joyas artísticas del mundo y Patrimonio de la Humanidad. Y pensamos igual, es un monumento único en el mundo que debe visitarse alguna vez en la vida.


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